martes, 13 de septiembre de 2011

Habilidades sociales y comunicación para niños. Una herramienta en stand- by.

Navegando por Internet hemos observado que  los países anglosajones nos llevan la delantera a la hora de afrontar las carencias en comunicación y habilidades sociales de los más pequeños. Un ejemplo de ello es el artículo publicado en el blog www.spdbloggernetwork.com, en el que enumeran una serie de consejos para desarrollar las habilidades sociales de los niños. El sitio está orientado hacia menores que padecen trastornos sensoriales, pero los consejos que aportan son válidos para cualquiera. 

Fundamental es la implicación de los padres. El ritmo de la sociedad actual y las exigencias que nos marcamos los individuos hacen de este consejo una difícil tarea, pero es vital que consigamos dedicar unas horas a jugar con nuestros hijos. Gracias al juego se desarrollan las habilidades sociales ya que promovemos que el niño aprenda a ponerse en el lugar del otro (aunque este sea un personaje inventado) y la diferencia a cuando juega con otros niños, es que podemos orientarle en sus actitudes

Otro de los consejos que nos dan es el de recrear situaciones sociales a las que quizá los más pequeños se enfrenten por primera vez y no sepan cómo afrontarlas. A través de videos, libros o ilustraciones, establecemos un diálogo  en el que obligamos a que piensen  en cómo pueden actuar en caso de encontrarse en esa situación, el brainstorming, aconsejan, puede ser muy útil.

La asistencia de los menores a cursos específicos para desarrollar la comunicación y las habilidades sociales es, de hecho, el primer consejo. Los expertos pueden orientar a los niños a establecer diálogos entre ellos evitando que caigan en el  “y yo más”, a compartir el control de juegos, no monopolizar las conversaciones, valorar y escuchar a los demás… En muchas ocasiones, para los más pequeños afrontarse a una primera vez en un parque, hacer nuevos amigos, relacionarse con los compañeros del colegio puede ser todo un reto.  Los que nacen con esas habilidades de comunicación probablemente saldrán airosos, pero no todos son iguales, y ayudarles a desarrollar estas habilidades comunicativas puede ser decisivo para que disfruten plenamente de su infancia, un periodo decisivo en la formación de la personalidad de los individuos.

Publica: Fundación Idec

lunes, 12 de septiembre de 2011

La Comunicación Interna: herramienta indispensable para el desarrollo del sentimiento de pertenencia.

En la publicación digital Revista de Comunicación.es se publicaba en el boletín de agosto un artículo sobre el rol de la comunicación como transmisor y activador del sentimiento de pertenencia entre empresa y trabajador. Un interesante análisis en el que se pone de manifiesto como la  necesidad de conseguir objetivos a corto plazo a mermado el sentimiento de pertenencia de los trabajadores respecto a sus empresas.

A continuación podeis leer el texto completo.

"Aquellos que trabajamos en comunicación muchas veces decimos que una comunicación interna bien gestionada permite potenciar el espíritu de pertenencia del personal . Esto es así, hay gran cantidad de casos que lo demuestran. No obstante, también es cierto que lanzar alegremente esta afirmación puede llegar a ser algo temerario si se considera la movilidad laboral que impera, donde hacer carrera es un anacronismo, algo que pertenece a un pasado perdido en un horizonte que ya no se ve. El sentirse parte de una organización es una emoción que está golpeada en sus dos pilares: las empresas marcan ritmos rápidos de entrada-salida y las personas no echan raíces, ya sea porque no les dan tiempo a hacerlo o porque directamente ya no les interesa hacerlo.

Como muchas veces señalamos, la comunicación más fuerte es la que se realiza a través de la acción. Por ejemplo, brindar capacitación al personal es una forma de decirle: quiero darte semillas para que me des frutos. Pero cuando la visión es a corto plazo las empresas no invierten en dar conocimiento a gente que tal vez hoy esté aquí y mañana en la vereda de enfrente. Sencillamente ya no hay tiempo para esperar los frutos.

¿De dónde nace esta cultura del vértigo?, ¿las personas entran a una empresa con la idea de irse apenas puedan o las empresa las toman con la idea de renovarlas rápidamente? La respuesta por ahora quizá orille más hacia el análisis de las consecuencias que de las causas. Hay un juego de vasos comunicantes viciosos: yo no te doy porque pienso que te vas a ir y vos te querés ir porque pensás que no te doy porque quiero que te vayas. De todas formas, y a título de separar las aguas, creo que la empresa cuenta con herramientas para que este círculo no se convierta en un globo y explote. Una de ellas es la comunicación interna, la cual no le pide al personal que tenga sentido de pertenencia, sino que le da buenas razones para que le nazca este sentimiento.

Ahora bien, la pertenencia se construye cuando se adhiere a una identidad, cuando se elige formar parte de un nosotros. ¿Pero qué identidad construye hoy el trabajo? En principio, una identidad cuestionada en su esencia: todos somos modificables y es condición de supervivencia rehacer constantemente las percepciones que uno tiene de sí mismo. Hoy se trabaja de algo, pero mañana se debe tener cintura y capacidad de adaptación para trabajar de otra cosa. El trabajo nos reta, tanto al practicarlo como al intentar pensarlo. El hombre no es un trabajador en sociedad sino que es, como describen muchos gurúes del tema, una empresa unipersonal, un YO Sociedad Anónima.

Claro que esta nueva realidad tiene tanto de bautismo como de entierro. Podemos hablar de un hombre flexible, pero también de uno que no tiene tiempo para conocer al otro, socializar, formar una memoria, aprender y compartir códigos comunes, integrarse, comunicarse. Un hombre cuya acción está tensada por la velocidad y la desterritorialización de sus mundos simbólicos, una tensión que lo arranca del tejido social y lo convierte en alguien que no camina sino que circula, que no se comunica sino que se conecta. La locura de la rapidez, como señala José Pablo Feinmann, aniquila la temporalidad y por eso la frase que más se oye es No tengo tiempo.

Se pierde el territorio porque la circulación es obligatoria. ¿Esto es nuevo? Cito un discurso que pronunció Martin Heidegger en 1955: la pérdida del arraigo del hombre de hoy no viene simplemente causada por las circunstancias externas y el destino, ni tampoco reside sólo en la negligencia y la superficialidad del modo de vida. La pérdida de arraigo procede del espíritu de la época en la que a todos nos ha tocado nacer.
En este espíritu de la época la clave es no quedarse parado, cambiar, moverse, hola y chau. Todo debe ser continuo: la capacitación, la innovación y la comunicación (como veremos más adelante). El agua y el sol que le permitían a la semilla crecer y echar raíces, son reemplazados en este nuevo vivero electrónico por bebidas energizantes que provocan efectos considerados positivos y deseables para esta cultura: excitación, nerviosismo, taquicardia, insomnio y tensión.

Comunicación vertiginosa
¿Qué pasa con la comunicación interna en un ambiente marcado por el hacer, deshacer y rehacer constante, donde la sociabilidad baila al ritmo del desarraigo y la movilidad? En primer lugar, muta. Muta hacia formas y herramientas que tienen el mismo ritmo y dinámica. Si la vida es vertiginosa, la comunicación es vertiginosa, y los medios electrónicos brindan la agilidad necesaria para enviar flujos de información y mantener la conexión más allá del tiempo y la frontera, pero al mismo tiempo borran la dimensión humana y vivencial de la comunicación y abren distancias, como cuando dos compañeros que tienen los escritorios a un metro de distancia eligen hablarse durante todo el día por e-mail.

¿Podemos aún pensar la comunicación interna desde una dimensión humana o estamos limitados a trabajar con fragmentos de sujetos móviles, diversos, esporádicos? ¿Cómo recuperar una perspectiva global de la comunicación en la empresa cuando lo que está en juego es una nueva sensibilidad? Basta tener el oído atento para anotar qué palabras ganan terreno (flujos, conexiones, redes) y cuáles pierden valor (encuentro, comprensión, escucha).

Como señalamos párrafos atrás, hoy la forma está en el movimiento continuo. La comunicación también debe ser continua y esto provoca que no haya una puesta en común sino una inundación de información. En muchas auditorias de comunicación se descubre que el personal considera poco relevante la información que recibe pero destaca el flujo constante. Abundan palabras, pero cada vez tienen menos valor.

Es difícil estructurar un plan de comunicación cuando la identidad ya no es nítida ni los arraigos son fuertes. Cuando los escenarios hacia el futuro son enigmáticos (este es el pulso de este tiempo: el enigma), cuando hay una expansión estructural del anonimato y la gente es liberada de la obligación de tener que intercambiar una palabra, o, como diría Jesús Martín Barbero, cuando hay una sustitución de la interacción comunicativa por la textualidad informativa. Es difícil poner en común cuando se pregona un Yo S.A. y no un Nosotros S.A..

¿Qué hacer frente a este panorama? Echar mano de la nostalgia no parece constructivo. Una idea de tiempo pasado-tiempo mejor conduce a un pesimismo que impide comprender por qué el reloj camina más rápido ahora que antes, por qué la velocidad mató al tiempo. Lo que sí podemos es tomar nota del espíritu de la época para saber cuáles son las nuevas formas de vivir y de narrar lo que se vive dentro de una empresa, las maneras de estar y de sentirnos juntos, de socializar y por ende de comunicarnos y expresarnos".

Autor: ALEJANDRO FORMANCHUK