"Aquellos que trabajamos en comunicación muchas veces decimos que una comunicación interna bien gestionada permite
potenciar el espíritu de pertenencia del personal
. Esto es así, hay gran cantidad de casos que lo demuestran. No
obstante, también es cierto que lanzar alegremente esta afirmación puede
llegar a ser algo temerario si se considera la movilidad laboral que
impera, donde hacer carrera es un anacronismo, algo que pertenece a un
pasado perdido en un horizonte que ya no se ve. El sentirse parte de una
organización es una emoción que está g
olpeada en sus dos pilares:
las empresas marcan ritmos rápidos de entrada-salida y las personas no
echan raíces, ya sea porque no les dan tiempo a hacerlo o porque
directamente ya no les interesa hacerlo.
Como muchas veces señalamos, la comunicación más fuerte es la que se
realiza a través de la acción. Por ejemplo, brindar capacitación al
personal es una forma de decirle: quiero darte semillas para que me des
frutos. Pero cuando la visión es a corto plazo las empresas no
invierten en dar conocimiento a gente que tal vez hoy esté aquí y mañana
en la vereda de enfrente. Sencillamente ya no hay tiempo para esperar los frutos.
¿De dónde nace esta cultura del vértigo?, ¿las personas entran a una
empresa con la idea de irse apenas puedan o las empresa las toman con la
idea de renovarlas rápidamente? La respuesta por ahora quizá orille más
hacia el análisis de las consecuencias que de las causas. Hay
un juego de vasos comunicantes viciosos: yo no te doy porque pienso que
te vas a ir y vos te querés ir porque pensás que no te doy porque quiero
que te vayas. De todas formas, y a título de separar las aguas, creo
que la empresa cuenta con herramientas para que este círculo no se
convierta en un globo y explote. Una de ellas es la comunicación
interna, la cual no le pide al personal que tenga sentido de pertenencia, sino que le da buenas razones para que le nazca este sentimiento.
Ahora bien, la pertenencia se construye cuando se adhiere a una identidad, cuando se elige formar parte de un nosotros. ¿Pero qué identidad construye hoy el trabajo?
En principio, una identidad cuestionada en su esencia: todos somos
modificables y es condición de supervivencia rehacer constantemente las
percepciones que uno tiene de sí mismo. Hoy se trabaja de algo, pero
mañana se debe tener cintura y capacidad de adaptación para trabajar de
otra cosa. El trabajo nos reta, tanto al practicarlo como al intentar
pensarlo. El hombre no es un trabajador en sociedad sino que es, como
describen muchos gurúes del tema, una empresa unipersonal, un YO
Sociedad Anónima.
Claro que esta nueva realidad tiene tanto de bautismo como de
entierro. Podemos hablar de un hombre flexible, pero también de uno que no
tiene tiempo para conocer al otro, socializar, formar una memoria,
aprender y compartir códigos comunes, integrarse, comunicarse. Un
hombre cuya acción está tensada por la velocidad y la
desterritorialización de sus mundos simbólicos, una tensión que lo
arranca del tejido social y lo convierte en alguien que no camina sino
que circula, que no se comunica sino que se conecta. La locura de la
rapidez, como señala José Pablo Feinmann, aniquila la temporalidad y por eso la frase que más se oye es No tengo tiempo.
Se pierde el territorio porque la circulación es obligatoria. ¿Esto es nuevo? Cito un discurso que pronunció Martin Heidegger
en 1955: la pérdida del arraigo del hombre de hoy no viene simplemente
causada por las circunstancias externas y el destino, ni tampoco reside
sólo en la negligencia y la superficialidad del modo de vida. La pérdida
de arraigo procede del espíritu de la época en la que a todos nos ha
tocado nacer.
En este espíritu de la época la clave es no quedarse parado, cambiar,
moverse, hola y chau. Todo debe ser continuo: la capacitación, la
innovación y la comunicación (como veremos más adelante). El agua y el
sol que le permitían a la semilla crecer y echar raíces, son
reemplazados en este nuevo vivero electrónico por bebidas energizantes
que provocan efectos considerados positivos y deseables para esta
cultura: excitación, nerviosismo, taquicardia, insomnio y tensión.
Comunicación vertiginosa
¿Qué pasa con la comunicación interna en un ambiente marcado por el
hacer, deshacer y rehacer constante, donde la sociabilidad baila al
ritmo del desarraigo y la movilidad? En primer lugar, muta. Muta hacia
formas y herramientas que tienen el mismo ritmo y dinámica. Si la vida es vertiginosa, la comunicación es vertiginosa,
y los medios electrónicos brindan la agilidad necesaria para enviar
flujos de información y mantener la conexión más allá del tiempo y la
frontera, pero al mismo tiempo borran la dimensión humana y vivencial de
la comunicación y abren distancias, como cuando dos compañeros que tienen los escritorios a un metro de distancia eligen hablarse durante todo el día por e-mail.
¿Podemos aún pensar la comunicación interna desde una dimensión
humana o estamos limitados a trabajar con fragmentos de sujetos móviles,
diversos, esporádicos? ¿Cómo recuperar una perspectiva global de la
comunicación en la empresa cuando lo que está en juego es una nueva
sensibilidad? Basta tener el oído atento para anotar qué palabras ganan
terreno (flujos, conexiones, redes) y cuáles pierden valor (encuentro,
comprensión, escucha).
Como señalamos párrafos atrás, hoy la forma está en el movimiento
continuo. La comunicación también debe ser continua y esto provoca que
no haya una puesta en común sino una inundación de información. En
muchas auditorias de comunicación se descubre que el personal
considera poco relevante la información que recibe pero destaca el flujo
constante. Abundan palabras, pero cada vez tienen menos valor.
Es difícil estructurar un plan de comunicación cuando la identidad ya
no es nítida ni los arraigos son fuertes. Cuando los escenarios hacia
el futuro son enigmáticos (este es el pulso de este tiempo: el enigma),
cuando hay una expansión estructural del anonimato y la gente es
liberada de la obligación de tener que intercambiar una palabra, o, como
diría Jesús Martín Barbero, cuando hay una sustitución de la
interacción comunicativa por la textualidad informativa. Es difícil
poner en común cuando se pregona un Yo S.A. y no un Nosotros S.A..
¿Qué hacer frente a este panorama? Echar mano de la nostalgia no
parece constructivo. Una idea de tiempo pasado-tiempo mejor conduce a un
pesimismo que impide comprender por qué el reloj camina más rápido
ahora que antes, por qué la velocidad mató al tiempo. Lo que sí podemos
es tomar nota del espíritu de la época para saber cuáles son las nuevas
formas de vivir y de narrar lo que se vive dentro de una empresa, las
maneras de estar y de sentirnos juntos, de socializar y por ende de
comunicarnos y expresarnos".
Autor: ALEJANDRO FORMANCHUK